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Cristina, Kicillof y la reinvención del peronismo

Mientras Andrés Larroque finge que "no estamos discutiendo la figura de Cristina (Fernández de) Kirchner, (sino) a la bandita de Máximo" y Mayra Mendoza obedece la orden de no mencionar a Axel Kicillof ni siquiera cuando comparte una actividad con él, el Día de los Trabajadores dio ocasión para que la expresidenta y el gobernador bonaerense realizaran pronunciamientos que vale la pena interpretar. Lo concreto: el clima de ruptura no se disipa –parecería que todo lo contrario–, el calendario electoral galopa y el futuro del peronismo esconde algunas de las claves del futuro del país.

CFK denunció en un posteo las dificultades que impone a las mayorías populares el programa económico de Javier Milei y Toto Caputo, tanto hoy como después de las elecciones, en cumplimiento de las reformas laboral y previsional previstas en el acuerdo con el FMI. "En este contexto, es más necesario que nunca mantenernos unidos", abogó.

Kicillof eludió el tema de la interna partidaria y se limitó a "agradecerles (a los trabajadores) por su esfuerzo diario" y a ofrecerse como "un escudo y una red contra el programa económico del Gobierno nacional".

El contraste refulge, pero acaso sea una instancia inevitable para que el peronismo intente una nueva reinvención.

El Apocalipsis no será mañana

Si el peronismo se ha resumido por dos décadas en el kirchnerismo, si este –desgajado– ha devenido en cristinismo, si esto a su vez pasó de tener una dimensión nacional a una bonaerense y, ahora, una afincada en la Tercera sección electoral –nada menos que con una probable candidatura local de la propia Cristina–, tienen razón quienes señalan un encogimiento progresivo. Sobre eso, la base teme que el fuego de la interna arrase con la última barrera de contención a la extrema derecha gobernante, cuya naturaleza resulta cada vez más autoritaria. Calma: el Apocalipsis es una fantasía de la impaciencia.

Dicho escenario llevaría, en un caso extremo, a la presentación en las elecciones bonaerense y nacional de este año de dos listas separadas, una cristinista y otra kicillofista, posibilidad que Carlos Pagni calificó en La Nación, con acierto, como el escenario "más probable" y condicionante de "la oferta electoral del peronismo para las presidenciales de 2027".

El ascenso de Milei puso de manifiesto y, a la vez, aceleró, una descomposición del lazo de representación y del sistema de partidos, fenómeno que, de hecho, lo engendró. El carácter de las elecciones que avecinan, provinciales y legislativas nacionales, resultan procíclicas de ese rasgo y multiplican la oferta.

Esto se observará especialmente en la Ciudad de Buenos Aires el próximo domingo 18 y en la Provincia el 7 de septiembre. Cabe interpretar dicha fragmentación como generadora de una suerte de interna abierta entre numerosas facciones que, en última instancia, se ordenarán en torno al consabido eje continuidad-cambio. Sería una transición hacia 2027.

La larga marcha del peronismo bonaerense

Aun en mayor medida que en la CABA, en la provincia de Buenos Aires se darán choques agónicos, con figuras y padrinos de primerísimo nivel nacional, pero que, del mismo modo, serán una suerte de internas abiertas.

En el peronismo se da una confusión sólo aparente.

Por el lado del cristinismo-camporismo se simula no entender por qué Kicillof se corta solo cuando la candidatura presidencial que anhela para dentro de dos años ya le era ofrecida incluso en 2023, cuando la rechazó. Por el del gobernador se hace como si la pelea no fuera con CFK, sino con su hijo, como si las dos cosas no fueran la misma.

Nadie muestra sus cartas, pero todo el mundo ya las vio. Lo que se disputa es un elemento central en el peronismo de ayer, de hoy y de siempre: el liderazgo. En paralelo, se determina su naturaleza, esto es si será otra vez una delegación de Cristina –algo que salió mal y no terminó siendo ni chicha ni limonada con Alberto Fernández– o uno nuevo y empoderado.

¿Y el programa? ¿Hay peronismo posmileísta posible sin un cambio de ideas –adecuación a una sociedad cada vez más individualista y de trabajo precarizado, cuentapropista, solitario y hasta doméstico–? La expresidenta abordó ayer de modo especialmente claro esas cuestiones, al menos como temáticas a repensar más allá de lo hecho en sus gobiernos, en un mensaje que dio en la sede del Partido Justicialista. Ahora bien, ¿hay posibilidad de nuevas ideas sin nuevas figuras? Kicillof ha prometido una "nueva canción", pero su letra y su musica por ahora se desconocen. Las transiciones no se pueden abreviar.

La principal incógnita

Pagni habla en su artículo de "una incógnita principal" que se despejaría en caso de que se consume la ruptura electoral del peronismo bonaerense: ¿tiene el gobernador voto propio, diferente del de quien fuera su mentora? 

Todos los aprontes apuntan a determinar eso. Así es cuando Cristina habla de una unidad que, desde ya, sería delineada por ella misma. También cuando Kicillof apura la instalación de su sello –el Movimiento Derecho al Futuro, MDF– y cuando jefes comunales poderosos como Jorge Ferraresi, de Avellaneda, y Mario Secco, de Ensenada, lo empujan a presentar una lista separada de la del PJ oficial de Máximo Kirchner.

La disputa se dará, como cuenta Macarena Ramírez en Letra P, en la crucial Tercera sección, en la que los intendentes peronistas se dividen "fifty-fifty".

La suspensión de las primarias bonaerenses –un aliento extra a la fragmentación del sistema– y la persistencia de la pelea por el calendario electoral son, para ambos sectores, un salto sin red. Sin embargo, ¿habría sido posible justificar en público una interna entre dos alas que no parecen disputar ideas, sino sólo espacios de poder?

Cuestión de miradas

Será clave el tipo de lectura que se haga del resultado de esa elección, como en la Ciudad, de importancia hipertrofiada por los nombres que intervendrían, empezando en este caso por el de la propia CFK.

Con un peronismo dividido y una unidad eventual –probable– entre La Libertad Avanza (LLA) y el PRO realmente existente –más que la marca, sus principales cuadros–, Milei podría cantar victoria.

CFK tiene un punto cuando advierte, como lo dijo al bajar la resistencia camporista al adelantamiento de los comicios locales, que "es un error provincializar la elección al desdoblarla", porque eso obligaría a hablar de "las penurias del pueblo bonaerense producto de la caída de recursos" generada por la mileinomía y no, si la agenda fuera nacional, de los rigores que esta impone.

Esos temas difíciles de abordar son la seguridad y la calidad de servicios públicos como la educación y la salud en tiempos de motosierra. El gobernador parece confiar en que los condicionamientos nacionales sean comprendidos por una primera minoría del electorado o, en su defecto, está dispuesto a lo que sea en el entendimiento de que lo suyo, adverso a cualquier tutela, es a todo o nada y ahora o nunca.

La agónica necesidad de Milei

Para Milei, ganar la Provincia y sacar a Manuel Adorni vencedor de la primaria abierta de las derechas porteñas sería fundamental por motivos que van mucho más allá de las bancas que podría obtener en las respectivas legislaturas. Lo que necesita con desesperación es evitar la percepción de un peronismo vigorizado y de su posible retorno al poder nacional.

Esto es vital para él. Si la idea de una vuelta del "populismo malo" se instalara en el mercado financiero, este podría tornarse inmanejable.

Que el dólar vuelva a ser el termómetro de la gobernabilidad sería demasiado peligroso cuando una devaluación en serio del peso –complementaria de la modesta del 14 de abril– parece un trámite pospuesto por la necesidad oficial de llegar a las urnas con una desinflación forzada.

Ahora bien, ¿la eventual imposición de una alianza de derecha sobre dos peronismos escindidos sería un triunfo definitivo? No necesariamente, ya que dependería de que esos dos fragmentos resulten inconciliables en dos años. Sería, en ese caso, una suerte de fetichismo del escrutinio, como el que ya se anticipa en la CABA. ¿Vería el mercado las cosas de ese modo?

Las formas del futuro

Ya sea por el paso de la causa "Vialidad" por la Corte Suprema o por un eventual avance de la "ficha limpia" en el Senado, Cristina Kirchner no parece tener futuro presidencial.

Kicillof, por su parte, apuesta a una liderar una nueva transversalidad, algo que ningún camporista parece en condiciones de empardar. En su lista de amigos figuran sindicatos, movimientos sociales, el radicalismo progresista –una entidad con más carga simbólica que electoral– y provincialismos varios que en dos años tal vez divisen la posibilidad de emanciparse del yugo ultraderechista que debieron aceptar con mejor o peor cara.

Axel Kicillof y Federico Storani se dejaron fotografiar en La Plata. ¿Hacia una transversalidad 2.0?

Con todo, para el gobernador se trata, incluso más que de mostrar músculo electoral propio, de sobrevivir a una gestión casi imposible en contexto actual.

En esta transición hacia 2027 hay objetivos superpuestos.

Milei luchará por probarle al mercado la sustentabilidad política de su proyecto. CFK, por revalidar su preeminencia en el peronismo. Kicillof, por convertirse en parte irresistible de una futura ecuación opositora, liberado de tutelas. Mauricio Macri, nada menos que por su supervivencia.

Por último, se comienza a dirimir la idea de futuro que logre hacerse la parte –¿creciente?– del electorado que ya odia lo suficiente al mileísmo y querría darlo por superado, como si hubiese sido una pesadilla vívida, pero fugaz.

Para ella queda por ahora el consuelo de la paciencia.



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El Comunicador de Zona Norte



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