La eterna maldición del petróleo
¿Las causas del acoso? Negocios y China, claro. La alegada lucha contra el narcotráfico y el viejo caballito de batalla de la
promoción de la democracia importan poco y nada.
Recordá que la representante –diputada– republicana Maria Elvira Salazar declaró la semana pasada que "entrar en Venezuela" significaría "un día de campo para las petroleras estadounidenses porque supondría más de un billón de dólares en actividad económica". Políticamente más relevante, Bessent se esperanzó con "algo que pase en Venezuela" haría que "veamos que los precios del petróleo bajen aun más".
Hay especialistas que relativizan la relevancia de esos dichos porque Estados Unidos ya es la primera potencia petrolera del mundo, porque ha logrado prescindir totalmente del crudo de Venezuela y porque las reservas de ese país –las más grandes del mundo– se hacen cada vez más difíciles de explotar por las sanciones internacionales al madurismo y la mala gestión del sector.
Sin embargo, todo luce diferente cuando se entiende que la modernización de esa industria podría ser un gran negocio para empresas estadounidenses, cuando se repara en que China es la gran aspiradora del petróleo venezolano y, sobre todo, cuando se piensa que mantener ampliamente abierta la canilla por la que fluye el hidrocarburo es la garantía de precios internacionales bajos y, por añadidura, de un alivio a las presiones inflacionarias desatadas por la guerra arancelaria que Trump le declaró al mundo y que, consciente del error, ahora trata de desandar.
Una era de petróleo barato sería un tema de consideración para la Argentina, cuyas explotaciones no convencionales en Vaca Muerta requieren, más bien, un mercado sostenido.
Como sea, ¿habrá al final invasión a Venezuela?
Venezuela, que debería lidiar con Maduro por sus propios medios y no "gracias" a invasiones que se pagarán con vidas y con recursos por décadas, es un test severo respecto de la tolerancia regional al regreso de la política de las cañoneras. Por ahora, América Latina dice demasiado poco sobre eso. Posibles damnificados futuros como Miguel Díaz-Canel y Gustavo Petro sí se quejan, Luiz Inácio Lula da Silva se ofrece para mediar y el resto –pido perdón por alguna posible omisión– dice poquito o calla totalmente.
Nuestro país no honrará su historia. Luis María Drago no es sólo una calle de Villa Crespo, sino el nombre del autor de un aporte reluciente de la diplomacia argentina al mundo. La Doctrina Drago de 1902, cuando justamente Venezuela sufría un bloqueo naval del Reino Unido, Alemania e Italia, impuso en el derecho internacional el criterio de que es inaceptable el intento de cobrar deudas externas en base a intervenciones militares.
Argentina es uno de los nombres de la nostalgia.