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El salvataje estadounidense de un programa económico que, sin ayudín, marchaba hacia una crisis severa tiende un puente de plata para la consolidación del modelo de Javier Milei, pero las necesidades políticas y legislativas que demanda preanuncian la clave de lo que viene: el regreso de la Argentina al mercado voluntario. ¿También el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento?
La intervención de Donald Trump ha tenido y tendrá varias dimensiones y etapas.
Una, preelectoral y ya concretada, de inédita manipulación del mercado cambiario local, lo que le generó al Tesoro estadounidense ganancias producidas por la bicicleta que facilitó –otra vez– Toto Caputo.
La segunda, política y anticipada por Barry Bennett, El Lobista, le impone al Presidente un tono pragmático y conciliador, esfuerzo que le resulta contra natura. El debut de ese ensayo se produjo ayer con la visita de gobernadores o enviados de 20 distritos a la Casa Rosada –incluidos los perolibertarios de Tucumán y Catamarca, pero no así Axel Kicillof y otros tres "indeseables"– y continuará hoy cuando el mandatario vuelva a recibir a Mauricio Macri. Este, en busca de la quimera de no volverse irrelevante, vaticinó que el PRO le dará pelea al extremista de derecha en las urnas en 2027. Es envidiable que sea capaz de imaginar resurrecciones a un siglo vista.
La tercera fase, la que nos interesa hoy, está dada por los empujones que necesita el Gobierno para volver al mercado voluntario de deuda.
Eso es a priori positivo para el país, siempre y cuando Volver se cante en ritmo pausado y tonos menores. El problema es que ese no es precisamente el estilo de Toto Caputo, más dado al hard rock en materia de endeudamiento.
Las fases dos y tres están encadenadas.
Milei estrenó su perfil moderado –y enterró la prédica anticasta que tantos réditos le ha dado– al recibir a los gobernadores "racionales" junto a sus ministros, a Santiago Caputo y a Martín Menem, entre otras figuras. Una presencia particularmente importante fue la del otro Caputo, el ministro de Economía.
Antes de los comicios, cuando los gobernadores le dieron la espalda al Poder Ejecutivo, lo acorralaron en el Congreso y hasta ensayaron –al menos seis de ellos– el enésimo fracaso de la "avenida del medio", la queja que explicaba esa rebelión era que Guillermo Francos y otros interlocutores nunca concretaban las negociaciones que emprendían por chocar en la interna con las rigideces del ajuste fiscal.
En vísperas de las elecciones legislativas, el ministro trader hizo un sugestivo mea culpa en la Bolsa de Córdoba. No sólo endulzó como "razonables" a la mayoría de los gobernadores, sino que afirmó sentirse "un gran culpable" de las dificultades políticas del Gobierno y prometió involucrarse más.
La agenda de ayer con los gobernadores giró en torno al Presupuesto 2026, los reclamos de alivio económico de los jefes provinciales y el futuro de las "reformas estructurales", comenzando con el decimonónico proyecto laboral.
Esa reforma no es problema para los actores mencionados, acaso a diferencia de la impositiva que, como dijo ayer Manuel Adorni, vendría inmediatamente después, sobre todo si se alinea con lo firmado un tanto irresponsablemente en el llamado Pacto de Mayo, que establece una reducción del gasto público total al 25% del PBI. ¿Quién sería el pato de semejante boda?
Como para eso falta, la reconciliación es posible en el corto plazo y la clave es el dinero.
Los gobernadores vienen de sudar la gota gorda en las legislativas y muchos perdieron a manos del gobierno que ahora los llama para cooperar. Los presentimientos de varios de ellos para 2027 no son los mejores.
Carlos Pagni publicó en La Nación un interesante análisis de esa negociación compleja. El columnista enunció la tensión que se insinúa entre los rigores del ajuste perpetuo y la necesidad de atender reclamos presupuestarios, de obras públicas y hasta de cajas previsionales deficitarias.
Cabe añadir que Milei y Toto Caputo incluso detectaron tenues latidos dentro de su pecho y decidieron, al fin, aliviar un poco la situación de los prestadores de servicios a personas con discapacidad. Están irreconocibles. Si el mandato del equilibrio fiscal es la clave del modelo y la razón histórica del proyecto en curso, ¿habrá plata para tanta necesidad postergada?
En este punto llega la fase tres del salvataje de Trump y el virrey Bessent.
La restricción fiscal choca con las necesidades que impone el armado de la coalición de todas las derechas en el Congreso para cristalizar el modelo deseado por el Círculo Rojo empresarial y empujado por los Estados Unidos de Trump.
El secretario Bessent volvió a postear ayer en X. Además de felicitar a Milei y de adular a su jefe, decidió que "los mercados deberían cubrir con facilidad y entusiasmo las necesidades de financiamiento de 2026" de la Argentina. Este mensaje es crucial.
El jefe de Estado anarcocapitalista –sic– le devolvió la gentileza en inglés, la lengua de su amigo Bessent, pero que no necesariamente entienden sus gobernados.
