Cuando todo estaba previsto anoche para que emprendiera viaje a los Estados Unidos, Javier Milei debió posponer la partida hasta hoy a la tarde y asumir que la aceleración de la corrida cambiaria y la disparada del riesgo país a niveles pre-default no tendrán una solución mágica.
El cambio de planes implicará la reprogramación de la reunión que tenía prevista para hoy en ese país con Kristalina Georgieva, reflejo, a su vez, del modo en que la compulsión de trader de Toto Caputo hace crujir, igual que en 2018, la relación con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la interna del propio organismo.

Además, se hizo notorio el modo en que el Gobierno salió a enfriar las expectativas sobre un pronto acuerdo por financiamiento del Tesoro de Estados Unidos que el Presidente había presentado como "muy avanzado" y que, todo lo indica, podría tomar más tiempo que el deseado. Esa torpeza, fruto de la desesperación, podría pasar factura en las ruedas financieras por venir.
Así, habrá que prestar atención a lo que ocurra en el mercado en la apertura de la semana y si el apetito por el dólar dibuja más jornadas de riesgo para el Banco Central. Asimismo, a las señales que surjan de las reuniones que Milei mantendrá mañana con Donald Trump y el miércoles con el secretario del Tesoro Scott Bessent, las que mostrarán a otro mandatario argentino mendicante, sino fatal de un país brutalmente empobrecido por sus clases dirigentes.
¿Hasta dónde llegarán las promesas de socorro financiero del republicano a su aliado de extrema derecha? ¿El monto involucrado en la probable asistencia serán los 30.000 millones de dólares filtrados por algún optimista del Gobierno o uno más modesto, suficiente en principio para cubrir vencimientos de deuda pesados –4000 millones de dólares en enero y 4500 millones más en julio– más algún resto para contener la demanda de billetes verdes? Más relevante todavía, ¿llegará el dinero a tiempo para evitar males mayores?
Como sea, el presidente argentino no está interesado en lo que se diga en la Asamblea General de la ONU, sino que sólo espera, ansioso, un abrazo que bien podría ser el de un oso.
El tiempo es veloz. En abril, el Presidente, Toto Caputo y Los Picantes del Palacio de Hacienda plasmaron en una foto que hará historia un impostado festejo al cerrar un nuevo acuerdo por 20.000 millones de dólares con el Fondo, adicional a los 45.000 millones tomados por Mauricio Macri. ¿Había algo para celebrar? Si alguien lo dudaba, ya queda claro que no. ¿Qué clase de plan económico requiere asistencia respiratoria cada cinco meses?

El del FMI fue el primer "salvataje" que requirió la fallida mileinomía, uno curioso por tender más a hundir que a sacar a flote al ayudado. ¿Se recuerda que algún gobierno haya ganado una elección después de acudir in extremis al socorro de ese organismo?
El préstamo del Tesoro estadounidense probablemente llegará, pero, más allá de sus tiempos y su tamaño, será interesante conocer su pliego de condiciones. Algunas nunca saldrán de la oscuridad de lo reservado.
La película completa ilustra el modo en que la Argentina se convierte en un país cada vez más frágil y dependiente. Primero pretendió cambiar deuda con tenedores privados por otra –más barata, pero mucho más condicionada– con el FMI. Luego, ante la perspectiva de que el ministro trader se "la fume" de nuevo para sostener un tipo de cambio absurdo hasta que la ciudadanía vote –algo que Milei ya le había reprochado en 2018–, se acude a los Estados Unidos. Es como pasar de las garras de un banco a las del prestamista del barrio y sus recios cobradores.
La parábola recuerda, por sus implicancias políticas, al pacto Roca-Runciman de 1933, cuando el entonces vicepresidente Julio Argentino Roca hijo postuló que "la Argentina, por su interdependencia recíproca, es desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico".
Sorprende el modo en que nuestro país se abraza históricamente a potencias que recorren su fase declinante.



