uando recordamos al General José de San Martín, de inmediato asociamos su figura a sus contribuciones para la emancipación de América Española: la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, la victoria de San Lorenzo, el cruce de los Andes, los triunfos de Chacabuco y Maipú y las independencias de Chile y Perú.
Aquellos logros revelan su talento militar como conductor en la guerra terrestre y su visión y acción política continental. Sin embargo, esas cualidades estuvieron acompañadas por una notable lucidez sobre la importancia del mar y la influencia del poder naval.
San Martín construyó su carrera militar en España durante las guerras de la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico (1789-1815). Esa formación, muy inclinada hacia la guerra terrestre, combinó lectura, reflexión y experiencia en los campos de batalla.
No solamente luchó contra los ejércitos napoleónicos, sino que también participó con la Real Armada española en operaciones en el norte de África (1791) y, estando embarcado en la fragata “Santa Dorotea”, combatió contra el navío británico “Lion” (1798). Fue testigo de la supremacía naval británica y de las victorias navales de Aboukir (1798) y Trafalgar (1805) sobre Francia y EspañaAquellas experiencias lo convencieron de la importancia de controlar o dominar espacios oceánicos y marítimos y acerca de la influencia del poder naval para definir las operaciones en coordinación con el ejército. Por otra parte, profundizó los aspectos terrestres y navales de la guerra gracias a lecturas y reflexiones sobre temas marítimos.
San Martín destacó la importancia estratégica de la campaña naval del Almirante Brown sobre Montevideo (1814), pues puso fin a la presencia española en el Río de la Plata y aseguró la retaguardia para su plan de emancipación continental. En sus cartas señaló que “la toma de Montevideo es lo más grande que hasta el momento ha hecho la Revolución Americana” y que no había visto más que “proyectos en pequeño, excepto Montevideo”.
San Martín definió su plan continental cuando se hallaba al mando del Ejército del Norte (1814). Desde el primer momento supo que para conquistar Lima (núcleo del poder español en Sudamérica) debía descartar la ruta del Alto Perú y formar un ejército en Mendoza; cruzar desde allí los Andes; lograr la independencia de Chile e invadir el Virreinato del Perú a través del Pacífico.