El crescendo intolerante de Javier Milei y su troupe de extremistas suele ser abordado en términos de preocupación por el futuro de la democracia. Entre la inquietud de algunos y la indiferencia cómplice de otros, eso deriva en una letanía poco eficaz; pareciera que buena parte de la dirigencia y de la propia sociedad necesitan consumir dosis todavía más fuertes de ese veneno para reaccionar, aun a riesgo de hacerlo cuando sea tarde. Sin embargo, el proceso en marcha tiene un costado más relevante que el funcionamiento del indignómetro: lo mucho que dice sobre el pasado, el presente y el futuro de la Argentina.
Después de la descortesía de presentarse ante el flamante papa León XIV con libros del marginal Jesús Huerta de Soto, Milei dejó en España definiciones que llaman a la reflexión.
El anarcocapitalista suele cebarse más cuando sale del país, algo que se comprobó de nuevo en el Madrid Economic Forum, donde se presentó exaltado y dejó señales que no debería pasar por alto ningún argentino de bien.
De entrada, anunciando los excesos del rap con el que ya cansa y la escandalosa invitación a los siete mil asistentes a "darle zurra al bandido local", se supone que Pedro Sánchez, exclamó, "¡Viva la libertad carajo! ¡Muerte al socialismo!".
El panfletista Agustín Laje también acudió al evento, donde hizo una apología de la desigualdad. Entre sus disertaciones, se dio tiempo para postular, vía X, que no se puede "convivir con los zurdos", que "no son conciudadanos", sino "enemigos" y que llegó la "hora de asumirlo".
Confrontado por usuarios con el hecho de que su llamamiento fue una incitación hasta homicida, pareció sugerir que la eliminación de los socialistas sería un acto de defensa propia. Atención.
El agitador cordobés suele ser mencionado por Milei como el hombre llamado a sucederlo, se supone que en 2031, en una suerte de fijación política y cultural definitiva de su revolución jurásica. ¿Será ese el futuro que aguarda?
Semejante lenguaje implica una presentación capciosa del pasado nacional, atribuible a una entidad, el "socialismo", marginal en la tradición política al menos desde el nacimiento del peronismo.
Si fuera el intelectual que dice ser, Laje sabría eso. O, tal vez, sí lo entiende y de cualquier manera se sube a la marea de las ultraderechas internacionales traduciendo de ese modo una herencia que correspondería, en todo caso, designar con términos más vaporosos como "estatismo", "intervencionismo" o, más en concreto "nacionalpopulismo".
El problema es que las personas a las que se comienza a designar como no aptas para la convivencia social viven entre nosotros y que, de hecho, somos muchos de nosotros.
Si las palabras significan algo, donde Milei habla de darle muerte "al socialismo", Laje, uno de sus gurúes ideológicos, tacha y escribe "a los socialistas". Esto no debería pasar desapercibido, incluso para algún fiscal con ganas de trabajar.