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CFK juega en cancha chica

Tanto el anuncio como el entorno fueron elocuentes sobre el modo elegido por Cristina Fernández de Kirchner para lidiar con los desafíos que le plantean Axel Kicillof y la compleja elección en la provincia de Buenos Aires. La confirmación de su candidatura a legisladora por la Tercera sección electoral, realizada en el entorno amigable de C5N, fue ante todo un mensaje dirigido a la interna, un intento tajante para ponerla bajo control y, a la vez, una expresión del achicamiento de su concepción del peronismo.

El Mundial de CFK es hoy uno módico, que por el momento no encuentra condiciones de medirse en la política grande y que se jugará, con planteo defensivo en la cancha chica bonaerense. "Quiero ganar la Tercera", podría haber cantado.

El vehículo mediático, que le aseguró nada menos que ocho puntos de rating, fue eficaz para su propósito. No es que haya dejado de hablar de Javier Milei –"marginal de la política", lo definió–; de su modelo –de "derecha anti-Estado, muy cruel y un tanto esotérico"–; del crepuscular Mauricio Macri; del pronóstico reservado que impone la política oficial de atraso cambiario y endeudamiento; del modo de lidiar con el FMI en una nueva etapa –"sin dejar de pagar", aclaró–, y hasta del cambio radical que la pandemia le imprimió a una sociedad cada vez más individualista. Sin embargo, su foco era otro: el fuego amigo.

¿Podría haber elegido hablarle a una audiencia más amplia? Claro y de hecho lo hizo ocasionalmente en el pasado, por ejemplo con Luis Novaresio y con el recordado Gerardo Rozín. De cualquier forma, la clave no está dada por quiénes se enterarán de lo que dijo, al fin y al cabo al alcance de cualquier persona interesada; lo central pasa por el hecho de que, tal vez, hoy no tenga una audiencia atenta fuera del núcleo duro. Ese, con todo, no es un problema privativo de ella en el peronismo.

Pateando el avispero

"Sí, sí, sí. Voy a ser candidata a diputada bonaerense, tal como se dijo, por la Tercera Sección", le respondió CFK a Gustavo Sylvestre.

Al centrar la pelea en los partidos más populosos del sur del conurbano –La Matanza, entre otros también muy importantes– y en sus cinco millones de electores, el peronismo vuelve a su kilómetro cero, pero a la vez exhibe su encogimiento.

A propósito, ¿seguirá su ejemplo, como un aliado, Sergio Massa en la Primera sección electoral –conurbano norte–, prácticamente tan populosa como la Tercera, pero políticamente menos confiable para el oficialismo peronista?

La movida de Cristina no sorprende como noticia en sí, ampliamente esperada, sino por su timing. Muchos esperaban que la expresidenta estirara la definición lo más posible, cerca del cierre de alianzas y listas del 9 y el 19 de julio, respectivamente, de modo de dar tiempo para que el peronismo bonaerense metabolizara sus diferencias y encontrara alguna fórmula de unidad.

Al contrario, pateó el tablero y, con eso, obliga a definirse a dos sectores cruciales con los que confronta en paralelo: por un lado, el kicillofismo y los intendentes más jugados a la idea de medir fuerzas –Jorge Ferraresi, Mario Secco–; por el otro, la Suprema Corte de Justicia.

Al gobernador, lanzado plenamente al proyecto propio del Movimiento Derecho al Futuro, se le haría más complejo justificar una ruptura frente a la apelación de Cristina Kirchner a la unidad, aunque todos saben que esta de define tal como la entienden ella y su brazo, La Cámpora.

¿Cómo podría explicar Kicillof un cisma si no plantea con ella diferencias en materia de pensamiento económico ni de ética pública, toda vez que defiende con ardor –acaso un último acto de lealtad– la idea de que es víctima de una persecución judicial?

Como insistí en más de una ocasión, el kicillofismo se debe el estribillo económico de la "nueva canción" prometida porque, sin eso, no hay forma de justificar una ruptura que no pase por el reconocimiento siempre incómodo de que la pelea es por listas y espacios de poder.

Lo dicho no significa que el gobernador necesariamente que se allanará a las condiciones establecidas por su exjefa política, pero sí que deberá lidiar con un conflicto más severo en su propio sector, entre conciliadores y rupturistas.



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El Comunicador de Zona Norte



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