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El argentino Javier Milei siente que el mundo le sonríe. Tal vez sea por ello que en 2024 recorrió casi 300.000 kilómetros en 17 viajes al exterior. Siete de ellos fueron a Estados Unidos. Su primer destino en 2025 fue, justamente, ese país donde se siente tan cómodo. Fue uno de los pocos presidentes invitados a la investidura presidencial de Donald Trump y ratificó que para la nueva derecha internacional es algo así como una estrella de rock, aunque periférica. Con Trump, Milei mantiene un idilio personal: ve en el estadounidense el espejo en el que le gusta mirarse como guerrero universal contra el socialismo y “la agenda woke”, como considera a todo lo que huela a progresismo. Esta vez, el argentino no tuvo su foto con Trump, pero se las ingenió para mantener con vida su fama de oráculo de la ultraderecha global. Recibió premios, rio a carcajadas con la italiana Giorgia Meloni, amenazó con acabar de una vez por todas con “los zurdos hijos de puta” y, sobre todo, mantuvo un encuentro con Kristalina Georgieva, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Que el mundo le sonríe quedó claro tras aquella reunión: Georgieva celebró por primera vez sin matices el “éxito” de Milei en la guerra contra la inflación y abrió las puertas, también por primera vez, a un acuerdo para que Argentina reciba dinero fresco del multilateral. El país sudamericano espera al menos unos 11.000 millones de dólares que usará, asegura su presidente, para fortalecer las reservas del Banco Central y terminar con las restricciones cambiarias, un reclamo de los inversionistas.
Tras participar de la fiesta trumpista, Milei viajó a suiza para sumarse al Foro de Davos. Hace un año, recién asumido, les dijo en la cara a los hombres más poderosos del planeta que la “amenaza socialista” se cernía sobre el mundo y que ellos eran responsables de ello. Esta vez estuvo un poco más medido, pero también hizo de las suyas, para no perder la costumbre. Les advirtió que con la llegada de Trump a la Casa Blanca “soplan vientos de cambio en Occidente” y que “la ideología woke es el cáncer que hay que extirpar”. Conceptos como “feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto y ecologismo”, dijo, son “cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles”. “La ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos”, bramó.
El sábado, Milei estará de regreso en Buenos Aires. Allí lo esperará una agenda doméstica menos universal, como suele suceder cuando los presidentes vuelven a casa. El presidente está en estos momentos peleando los votos para poder tratar en el Congreso proyectos de su interés, como el fin de las elecciones primarias obligatorias, mientras su ministro de Economía, Luis Caputo, convence a una misión del FMI de que vale la pena otorgar un nuevo crédito a Argentina. A partir de marzo, cuando el país salga del sopor de las vacaciones de verano, empezará otra batalla para el ultraderechista: en octubre hay elecciones legislativas, una estupenda oportunidad para revertir el raquitismo político que el Gobierno padece en el Parlamento.
